domingo, 24 de febrero de 2013

Comunidad que asume su misión

Predica del domingo 24-febrero-2012, en nuestra iglesia, por el Pastor Fabián E. Rey

Devocional Personal


Una experiencia para recordar

   El día 19 de enero, partimos hacia la ciudad de Bariloche con el grupo "Scout Manuel Belgrano" de Alberdi. Para mí, fue una hermosa experiencia. En primer lugar, porque fui con mis dos nietos, Esteban de 12 años, que pertenece al grupo Scout, y Cristian, de 25 años que, como yo, fuimos de acompañantes.

   Nos alojamos en la Escuela Militar de Montaña, en un hermoso lugar cercano al lago Nahuel Huapi. Lo que más me asombró y quiero destacar fue el comportamiento de los niños y adolescentes. Todos respondían de buen grado a las órdenes de sus dirigentes, sin discusiones ni peleas. El buen comportamiento a la hora de comer también es de destacar. Todos colaboraban y ayudaban conforme se lo pedían. No se empezaba a comer sin dar las gracias a Dios y pedir los que no tenían a esa hora lo mismo que ellos. Se les enseña a respetar la naturaleza y la fauna en general, y también a compartir con los demás todo lo que traían.

   El amor de las personas que están al frente del grupo me asombró, ya que lo hacen sin fines de lucro. Algunos se reúnen todos los sábados desde la mañana y otros desde las 15 hasta las 18 horas. La enseñanza es muy amplia en cuanto a la vida al aire libre. Habría mucho para contar, pero quiero resaltar es lo que esas personas hacen por los niños, por eso los Scout están en casi todo el mundo y son tan respetados. También se les brinda apoyo espiritual tomando como base la palabra de Dios, la Biblia.

   Que esas personas sean de inspiración y ejemplo para imitar. Que Dios sea nuestra guía para poder reflejar su amor en las actividades con los niños, para que todos puedan reconocerlo a través nuestro de la misma forma en que pude reconocerlo en este grupo.
Mabel de Lausana

lunes, 18 de febrero de 2013

viernes, 15 de febrero de 2013

Devocional


PACIENTES HASTA EL FIN

Impóngale a su vida ministerial un ritmo seguro, cuidando sus recursos.

   “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante.”  (Hebreos 21:1)

   La analogía que está usando el autor de Hebreos para ayudarnos a entender las dinámicas de la vida cristiana, es la de una maratón, una carrera larga que tiene una distancia de unos 42 kms. Entre otras exhortaciones, nos anima a correr con paciencia la carrera que tenemos por delante.
   Es el apóstol Santiago el que nos anima a tener gozo en medio de las dificultades, sabiendo que uno de los resultados más importantes de este trato especial de Dios es que lleguemos a tener paciencia. ¡Y qué cualidad tan importante es esta virtud! Por falta de paciencia Abraham engendró un hijo con Hagar. Por falta de paciencia José intentó salir de la cárcel, procurando la ayuda del copero. Por falta de paciencia, Moisés mató al egipcio y debió huir al desierto. Por falta de paciencia, Pablo descartó al joven Marcos. Impóngale a su vida ministerial un ritmo seguro, cuidando sus recursos. La maratón es una de las pocas disciplinas donde no ser joven tiene sus ventajas. Los grandes corredores a nivel mundial, no son los atletas de dieciocho o veinte años, como lo podían ser en otros deportes. La edad promedio está más cerca de los treinta y cinco años. ¿Porqué? Porque el joven carece de ese elemento que es indispensable para correr una carrera de larga distancia: el saber medirse y llevar el ritmo necesario para llegar a la meta. He participado de varias maratones donde jóvenes entusiastas largan la carrera corriendo como si fueran hasta la esquina. La carrera, sin embargo, dura varias horas, y nadie podrá completarla si no lleva el ritmo adecuado.
   Hay una lección importante en este aspecto de la analogía. En la vida hay muchas personas que comienzan su experiencia espiritual con gran fuego y pasión. En poco tiempo se elevan a alturas poco frecuentes en otros de más experiencia. Deslumbran con lo atrevido de su recorrido. Pocos, sin embargo, pueden mantener este ritmo por largo tiempo. La mayoría, cae de la misma manera que subieron: estrepitosamente.
   El líder maduro sabe que la carrera es larga. No se siente intimidado por otros que en poco tiempo parecen avanzar mucho más en la vida cristiana. Porque el premio no es para los que salen con grandes despliegues de energía, sino para aquellos que, con un ritmo pausado pero constante, llegan a cruzar la meta final.
   Impóngale a su vida ministerial un ritmo seguro, cuidando sus recursos porque en el momento de mayor cansancio va a necesitar de las reservas que no gastó cuando se sentía con toda la energía y la pasión de los que recién inician la carrera. Este es el secreto de los grandes corredores. Cuando el cuerpo les dice que pueden ir más rápido, lo frenan. Saben que más adelante lo que ahorraron en esfuerzo será crucial para terminar la prueba.
Para pensar:
   San Agustín, alguna vez observó: «La paciencia es la compañera de la sabiduría.» Los apurados rara vez tienen tiempo para aprender las lecciones necesarias para el éxito. ¿Qué cosas producen en usted impaciencia? ¿Qué reacciones afloran en situaciones donde le falta paciencia? ¿Cómo puede hacer para crecer en ella?
DesarrolloCristiano.com

lunes, 11 de febrero de 2013

Ser una comunidad testigo

Predica del domingo 10-febrero-2012, en nuestra iglesia, por el Pastor Fabián E. Rey

Devocional


TESTIGOS NATURALES
   Nada logra semejante impacto sobre la vida de otros como el hablar de una experiencia que es real y vital en nuestras propias vidas.
Versículo: Lucas 2:8-21
   Los pastores, conmovidos por la visitación celestial que habían recibido, salieron «a toda prisa» para verificar la palabra que les había hablado el mensajero celestial. Dejando las ovejas fueron a Belén y encontraron al niño, envuelto en pañales, tal como se les había anunciado. «Y cuando lo vieron, dieron a saber lo que se les había dicho acerca de este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que les fueron dichas por los pastores» (vv. 17 y 18). Nada logra semejante impacto sobre la vida de otros como el hablar de una experiencia que es real y vital en nuestras propias vidas. Qué interesante la reacción de los pastores al llegar al pesebre, ¿verdad? ¡Los eventos extraordinarios de la noche no se prestaban para que guardaran silencio! Comenzaron a contar a todos los que estaban con ellos lo que habían vivido en el campo, y la gente quedaba maravillada del relato que compartían.
   Resulta provechoso tomar nota de que los pastores ya no seguían siendo los mismos hombres que habían sido cuando comenzó aquella noche. La formación que poseían era precaria, y probablemente sus inclinaciones espirituales eran bastante escasas. Nadie los había capacitado para la tarea de divulgar las buenas nuevas que habían escuchado, ni los habían instruido en el método indicado para capturar la atención de la gente antes de dar su mensaje. No organizaron una reunión, ni buscaron a otros con más conocimiento para que se encargaran de divulgar la noticia. Con el entusiasmo lógico de quienes habían sido testigos de una increíble visión, simplemente comenzaron a hablar de lo que habían vivido. No les faltaba pasión ni fervor, porque aún conservaban el asombro de haber sido visitados por el Señor.
   La respuesta de los pastores es la forma en que comienza todo movimiento misionero impulsado por el Señor. Los principales protagonistas en esta empresa comparten las buenas nuevas en forma completamente natural y espontánea. No necesitan que nadie los presione para «salir» a compartir con otros, ni tampoco requieren charlas motivadoras para emprender la tarea evangelizadora. La realizan porque existe en ellos un estado de ebullición que no los deja tranquilos, exigiendo la atención de todos los que estén dispuestos a escuchar. De esta forma se extiende el reino. No debería existir la necesidad de armar en las iglesias reuniones especialmente para evangelizar a otros. Más bien, los miembros del Cuerpo, poseídos de una pasión y un entusiasmo inusual, deben buscar hablar a cuantos se les crucen por el camino de los hechos asombrosos de Dios en la vida de ellos.
   En este detalle encontramos el elemento clave del impacto evangelizador de una vida sobre otra: aquellos que comparten las buenas nuevas están experimentando a diario, en sus vidas personales, una aventura apasionante con el Señor. Nada logra semejante impacto sobre la vida de otros como el hablar de una experiencia que es real y vital en nuestras propias vidas. Cuando intentamos suplir este testimonio con argumentos intelectuales que defienden la existencia de Dios, nuestra eficacia como evangelistas decae en forma dramática. Compartir a Cristo con otros es un llamado a vivirlo intensamente en nuestras propias vidas.
De www.desarrollocristiano.com

lunes, 4 de febrero de 2013