domingo, 25 de noviembre de 2012

Devocional del Grupo de Intercesión


   En ocasiones, este grupo invita a los hermanos/as de manera urgente a orar. Hay momentos de desolación, asombro, dudas. Son tiempos de crisis, dificultades, necesidades. ¿Cómo hemos de orar en esos tiempos? “Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremía 33:3). Dios nos habla para consuelo, para traernos al camino del deber, para que confiemos en sus promesas. “Clama a mí”. Clamar, dar voces, pedir auxilio. “Llámame”. Este es un llamado a la oración, a hablar con Dios, “Clama a mí” y a nadie más. Es un llamado a suplicar entendimiento y discernimiento para no perder el rumbo y estar en su voluntad. Es un clamor que sale de lo más profundo del ser en crisis a su Dios. La oración en esos tiempos es mantenerse unidos. El hombre y Dios. Yo y Dios. Es contacto vital, es comunicación personal. Dios satisface mi necesidad y me da la respuesta. La oración en esos tiempos es saber esperar respuesta. “Yo te responderé”. Dios responderá sí, no, después, entiende, esto es así, esto haré, obedece, sujétate, confía o espera. ¡Cuidado con nuestros apuros, con la impaciencia y la ansiedad! El clamor sincero siempre encuentra respuesta: “Bueno es Jehová a los que en Él esperan, al alma que le busca” (Lm: 3:25). Dios es mi Padre, yo voy a Él con mis cargas y Él me extiende sus brazos y me enseña. La oración en esos tiempos debe buscar aprender. “Y te enseñaré”. Cuánto aprendemos en el valle de lágrimas. Allí el maestro nos habla y enseña “cosas grandes y ocultas”. En esos tiempos debemos mantenernos aferrados al Señor en oración. El triunfo está asegurado por Él que padeció, obedeció y se sujetó al Padre, clamó y esperó. En esos tiempos oremos con constancia, con consuelo, con esperanza.

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