En
ocasiones, este grupo invita a los hermanos/as de manera urgente a orar. Hay
momentos de desolación, asombro, dudas. Son tiempos de crisis, dificultades,
necesidades. ¿Cómo hemos de orar en esos tiempos? “Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas
que tú no conoces” (Jeremía 33:3). Dios nos habla para consuelo, para
traernos al camino del deber, para que confiemos en sus promesas. “Clama a mí”.
Clamar, dar voces, pedir auxilio. “Llámame”. Este es un llamado a la oración, a
hablar con Dios, “Clama a mí” y a nadie más. Es un llamado a suplicar
entendimiento y discernimiento para no perder el rumbo y estar en su voluntad.
Es un clamor que sale de lo más profundo del ser en crisis a su Dios. La
oración en esos tiempos es mantenerse unidos. El hombre y Dios. Yo y Dios. Es
contacto vital, es comunicación personal. Dios satisface mi necesidad y me da
la respuesta. La oración en esos tiempos es saber esperar respuesta. “Yo te
responderé”. Dios responderá sí, no, después, entiende, esto es así, esto haré,
obedece, sujétate, confía o espera. ¡Cuidado con nuestros apuros, con la
impaciencia y la ansiedad! El clamor sincero siempre encuentra respuesta:
“Bueno es Jehová a los que en Él esperan, al alma que le busca” (Lm: 3:25).
Dios es mi Padre, yo voy a Él con mis cargas y Él me extiende sus brazos y me
enseña. La oración en esos tiempos debe buscar aprender. “Y te enseñaré”.
Cuánto aprendemos en el valle de lágrimas. Allí el maestro nos habla y enseña
“cosas grandes y ocultas”. En esos tiempos debemos mantenernos aferrados al
Señor en oración. El triunfo está asegurado por Él que padeció, obedeció y se
sujetó al Padre, clamó y esperó. En esos tiempos oremos con constancia, con
consuelo, con esperanza.
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