sábado, 3 de noviembre de 2012

Devocional de la Liga de Menores

   Leyendo la historia de los israelitas en el Antiguo Testamento me hice la siguiente pregunta. ¿Cómo puede ser que después de haber visto todo el poder de Dios librándolos de situaciones complicadas y después de haber recibido mandamientos tan claros para vivir bien y honrar a Dios, fueran y adoraran a un becerro de oro?
   ¡¡Es realmente incomprensible!! 
   Seamos sinceros, ¿cuántas veces nosotros hacemos lo mismo que ellos?
   Si bien no construimos un becerro de oro para ir a orarle cada vez que nos pasa algo, ¿cuántas veces reemplazamos a Dios por otras cosas creyendo que nos van a hacer sentir bien o nos van a ayudar en algo?
   ¿Pero por qué harían algo así? Es cierto que el pueblo todavía arrastraba las viejas costumbres paganas de Egipto, pero creo que la razón más poderosa es la IMPACIENCIA.
   ¿Cuántas veces la impaciencia te llevó a tomar decisiones apresuradas y a hacer cosas por tu propia cuenta porque Dios “tarda” en responderte?
   ¿Cuántas veces, aun habiendo experimentado el poder y el cuidado de Dios en tu vida, decidiste creer más en otras cosas convirtiéndolas en tus “ídolos”? (horóscopos, cintas rojas, cábalas, dinero, moda, etc.).
   El corazón de Dios está siempre lleno de paciencia y de misericordia para con sus hijos.
   Nuestro Señor nos espera pacientemente, aguarda con brazos abiertos y con mucho amor y se regocija cada vez que nos volvemos a Él para entregarle y dejar todas nuestras preocupaciones y problemas en sus manos.

“Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.”
Salmo 40:1-2

   Oración: Padre Celestial, gracias te doy por conducirme con tanto amor y paciencia. Gracias por estar siempre dispuesto a recibirme, una y otra vez, sin que yo lo merezca.
Te pido que me ayudes a depositar toda mi vida en tus manos y a serte fiel, como vos lo sos conmigo, para poder hacer mías las palabras del salmista. En el nombre de Jesús. Amén.

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