Atrapada por la
culpa
Estaba leyendo el segundo libro de Samuel y
al llegar a los capítulos 11 y 12 que relatan el pecado de David con Betsabé y
la muerte de Urías Heteo, se levantó en mí una pregunta: ¿por qué, Señor, tuvo
que suceder esto? ¡Es tan triste todo este relato, tan doloroso el pecado en
los hijos!
Pasó un tiempo y me encontré presentando el
mensaje de salvación en una iglesia. Al terminar, una señora se quedó para
hablar conmigo.
“Soy demasiado pecadora y Dios no me puede
perdonar”, dijo. “La palabra de Dios dice que la sangre de Jesucristo nos
limpia de todo pecado,” y repetí “¡de todo pecado!” Imagine, señora, que lo
perdonó a Pedro, que lo negó tres veces”.
“Pero yo he cometido pecados mucho peores,”
me contestó. “Él no puede perdonarme”.
“¿Qué ha hecho, señora?”, dije procurando
orientarme, “¿acaso ha matado, ha cometido adulterio?!”
“He hecho las dos cosas”, dijo en voz baja.
“Cometí adulterio, quedé embarazada e hice un aborto, y yo tenía bastante
conocimiento de la Palabra
de Dios para saber que eso era malo”:
Entonces recordé la historia de David y
agradecí a Dios porque está en la
Biblia. Él también cometió adulterio y mató, pero se humilló
delante de Dios y alcanzó misericordia. Le relaté brevemente la historia de
David y leí el Salmo 51: “Ten piedad de
mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades
borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad y límpiame de pecado”.
¡Qué apropiadas eran esas palabras! Y
seguimos orando el salmo, ella lloraba mientras vez tras vez el salmista
implora la misericordia de Dios, pide perdón y que pueda tener comunión
nuevamente con Dios: “No me eches de
delante de ti, y no quites de mí tu Santo Espíritu”.
Repitió los versos 7, 8 y 9: “Purifícame con hisopo y quedaré limpio;
lávame y quedaré más blanco que la nieve. Lléname de gozo y alegría; alégrame de nuevo,
aunque me has quebrantado. Aleja de tu vista mis pecados y borra todas mis
maldades”, y se hizo la luz en su alma. Encontró el perdón. Perdón para sus
pecados tan grandes. Gracias Dios por el perdón. ¡Gracias por Jesucristo!
De la revista Quehacer
femenino
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