Jeremías 38:1-13
Ebed-Melec sacó al profeta Jeremías de la cisterna de lodo, hizo lo
correcto. Podría haberse dado por satisfecho, pero fue más allá de lo correcto,
se preocupó de no lastimar al profeta con las sogas y buscó trapos y ropa vieja
que lo protegiera del roce de las sogas.
*¿Podés sacar la basura?
*¿Otra vez yo? ¿No me toca los lunes a
mí?
*Justamente, hoy es lunes.
*¡Qué rápido pasó la semana! Ahora la
saco…
Al rato de este diálogo, se encuentra un camino formado de gotitas desde
el tarro de la basura hasta la puerta de calle. Con paciencia y en silencio, o
con bronca y rezongando, la persona que pidió que sacaran la basura, limpia el
piso y llega a la conclusión que para que le ayuden así, es preferible hacer
las cosas sin la colaboración de nadie.
*¡Esta tarde disfrutamos un montón
eligiendo los portarretratos para la pieza de los chicos!
*Vos habrás disfrutado, yo no veía la
hora de terminar, hubiera preferido dormir una buena siesta…
Me imagino como
habrá cambiado el gesto en el rostro de quien dijo la primera frase,
desvaneciéndose toda su alegría en pocos segundos.
*¿Me acompañas a ver a estas personas?
Es algo que me gustaría que hagamos juntos.
*Si ,vamos, igual no me queda otra …
En los tres casos, el segundo involucrado hizo lo que de él se esperaba
o se le pedía, hizo lo bueno. Pero, ¿cómo lo hizo?, y ¿cómo dejó a su
interlocutor? Creo que ambos terminaron no felices, casi frustrados.
En familia es donde más nos conocemos y por ende, sabemos lo que a cada
uno le gusta, lo cansa, lo entusiasma o desalienta. Ocupémonos en hacer lo
bueno, de la mejor forma, sin echar en cara lo que hicimos o quejarnos por lo
que nos costó, esforzándonos en agradar, en la segunda milla que el Señor Jesús
nos instó a que anduviéramos.
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