UN HOMBRE Y SU PATRIMONIO
- "Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos." Eclesiastés 9
- "Y dijo el rey, que trajese muchachos en quienes no hubiese
tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y
de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey. Y les señaló el rey ración para
cada día, de la provisión de la comida del rey… Y Daniel propuso en su corazón
no contaminarse con la porción de la comida del rey." Daniel 1
Si en sus tiempos se hubiera hablado del tercer mundo,
él vivía en el cuarto, es decir que no tenía un país. Lo hacían trabajar sin
pagarle, le pusieron trampas mortales, lo acosaron por envidia y sin embargo
triunfó, por lo que llevaba dentro, por los valores de su mente y los ideales
de su alma. Y su triunfo salvó muchas vidas e inspiró mucha fe.
Ni inteligencia matemática, ni talento artístico, ni
nobleza de alma. Audacia y ambición sin límites fueron el origen de su riqueza,
la mayor del mundo en la época en que vivió. Contabilizó una gran fortuna,
ningún amigo y una única hija sola y desdichada.
Entre estos dos casos, el Daniel bíblico y el Onassis
naviero, estamos todos los demás, la mayoría de la gente. Enseñados a creer en
lo que vemos, tentados por todo lo que se puede comprar, alentados a vivir para
el placer, urgidos por alcanzarlo todo ya. Y a la vez inquietos por esa voz
interior que nos llama a reconocer cuál es la dotación de talentos que Dios nos
ha dado y cuál es el área de esta vida donde podemos invertirlos
provechosamente.
Los dos personajes tuvieron “tiempo
y ocasión” en su vida. Los dos personajes fueron singulares porque decidieron
no hacer lo mismo que la mayoría de la gente. Los dos coincidirían en esta
máxima: “El secreto de un negocio es que
sepas algo que nadie más sabe." Onassis sabía más que nadie de astucia
comercial. Daniel sabía mejor que nadie acerca de usar los talentos que Dios le
había dado.
Solo uno de ellos creyó. Creyó que Dios sabe más que
un hombre. Creyó que Dios tiene sus ojos abiertos sobre nosotros. Creyó que la
fuerza y la alegría no están ni en la comida ni en el vino. Y el mundo tuvo que
abrirle paso a un humilde prisionero extranjero y a su gente.
Como Daniel, también David Livingstone en África. Como
Daniel, Jean Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja. Como Daniel, el padre
Nicolás Mascardi que dio nombre al hermoso lago patagónico. Como Daniel, Martin
Luther King. Como Daniel, Jorge Müller de Prusia, el padre Carlos Mugica de
Retiro, William Morris, don Jorge de París, don Luis Sartori y cada cristiano
que se atreve a confiarle a Dios su mente, sus manos, su casa, su familia.
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