sábado, 12 de mayo de 2012

Devocional del Grupo de Hombres


UN HOMBRE Y SU PATRIMONIO
  • "Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos." Eclesiastés 9
  • "Y dijo el rey, que trajese  muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey. Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey…  Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey." Daniel 1

   Si en sus tiempos se hubiera hablado del tercer mundo, él vivía en el cuarto, es decir que no tenía un país. Lo hacían trabajar sin pagarle, le pusieron trampas mortales, lo acosaron por envidia y sin embargo triunfó, por lo que llevaba dentro, por los valores de su mente y los ideales de su alma. Y su triunfo salvó muchas vidas e inspiró mucha fe.

   Ni inteligencia matemática, ni talento artístico, ni nobleza de alma. Audacia y ambición sin límites fueron el origen de su riqueza, la mayor del mundo en la época en que vivió. Contabilizó una gran fortuna, ningún amigo y una única hija sola y desdichada.

   Entre estos dos casos, el Daniel bíblico y el Onassis naviero, estamos todos los demás, la mayoría de la gente. Enseñados a creer en lo que vemos, tentados por todo lo que se puede comprar, alentados a vivir para el placer, urgidos por alcanzarlo todo ya. Y a la vez inquietos por esa voz interior que nos llama a reconocer cuál es la dotación de talentos que Dios nos ha dado y cuál es el área de esta vida donde podemos invertirlos provechosamente.
   Los dos personajes tuvieron “tiempo y ocasión” en su vida. Los dos personajes fueron singulares porque decidieron no hacer lo mismo que la mayoría de la gente. Los dos coincidirían en esta máxima: “El secreto de un negocio es que sepas algo que nadie más sabe." Onassis sabía más que nadie de astucia comercial. Daniel sabía mejor que nadie acerca de usar los talentos que Dios le había dado.

   Solo uno de ellos creyó. Creyó que Dios sabe más que un hombre. Creyó que Dios tiene sus ojos abiertos sobre nosotros. Creyó que la fuerza y la alegría no están ni en la comida ni en el vino. Y el mundo tuvo que abrirle paso a un humilde prisionero extranjero y a su gente.

   Como Daniel, también David Livingstone en África. Como Daniel, Jean Henri Dunant, fundador de la Cruz Roja. Como Daniel, el padre Nicolás Mascardi que dio nombre al hermoso lago patagónico. Como Daniel, Martin Luther King. Como Daniel, Jorge Müller de Prusia, el padre Carlos Mugica de Retiro, William Morris, don Jorge de París, don Luis Sartori y cada cristiano que se atreve a confiarle a Dios su mente, sus manos, su casa, su familia.

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