viernes, 16 de diciembre de 2011

Devocional del Grupo de Mujeres


DESDE OTRO ÁNGULO
Con la llegada de la Navidad recordamos la venida al mundo del Niño. Hacemos memoria de su concepción virginal y de su nacimiento pobre, siendo el Rey de todos los reyes de la tierra.
Hoy les propongo otra mirada a la Navidad, desde otro ángulo. Como mujeres, mirarla desde la mujer. Mirarla desde María.
María era una joven virgen que aceptó el juicio de José por cargar un  hijo de soltera, porque entendió que su tarea lo justificaba. Dios compensó este dolor hablándole a José para que la comprendiera. (Mateo 1:18-21).
María estaba en estado de embarazo casi a término cuando emprendió el viaje a Belén para empadronarse con José. (Lucas 2:1-5).
Ella no viajó en auto con aire acondicionado. No viajó en un micro con asiento reclinable. No tomó un avión. Seguramente lo hizo montada en un burro o una mula. Los caminos no eran asfaltados. Ni siquiera mejorados. El tránsito era lento y la disponibilidad de agua y alimentos no estaba a la vuelta de la esquina.
Imagino a María con dolor de espalda y de cintura, típicos el embarazo.
Imagino a María con los pies hinchados por la retención de líquido producto de la posición incómoda.
Imagino a María con las molestias comunes, pero no por ello menos mortificantes, de los embarazos muy avanzados.
Imagino a María llegando a Belén y sintiendo el comienzo de las contracciones de parto. Sólo dos versículos leemos en Lucas sobre este acontecimiento: el seis y el siete del capítulo dos, a modo de resumen para el acto sublime de dar tanta Vida. Sin embargo… ¡Quién sabe cuánto tiempo le llevó ese parto!
Y como broche de oro para el viaje, ¡tuvo al Hijo tendida sobre la paja de un pesebre! Otra vez imagino el olor de los animales impregnando el lugar. No hubo una cama para hacer un poco más amable el tradicional: “Con dolor darás a luz los hijos”, de Génesis
3:16.
¿Quién habrá recibido al Niño? ¿Acaso José? ¿Habrá habido alguien más que enjugara el sudor de la frente de María entre pujo y pujo? ¿Alguien le habrá acercado una palabra de aliento y de fuerza? ¿Quién habrá cortado el cordón umbilical?
Ella respetó a Jesús, lo aceptó como era. Si leemos Lucas 2:48, incluso en el reclamo, la pregunta que le hace es: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así?”. (Le propone un cambio de actitud o de conducta, no un cambio de personalidad, en cuyo caso la pregunta hubiera sido: "Hijo, ¿por qué eres así?")
En vida nos legó su ejemplo. Ahora, junto con todos los que ya partieron espera que Jesús regrese para juzgarnos.
Como mujeres, compartimos con ella la generosidad del cuerpo femenino en cobijar, alimentar, sostener al ser humano en su desarrollo intrauterino.
¡Seamos mujeres dadoras, como lo fue María! Seamos mujeres sujetas a la voluntad de Dios, diciendo como una vez ella dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.

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