Siempre es bueno pensar en
lo que Dios es, para tomar ejemplo y
aplicarlo en nuestra vida cotidiana, y pensar que Dios es “experto” en poner
las cosas en equilibrio, aún en el movimiento. Ejemplo de esto tenemos en
nuestro planeta que, aunque gira en derredor del sol y también sobre su propio
eje, nosotros, tripulantes permanentes, ni cuenta que nos damos. Constantemente
en nuestra vida matrimonial nos suceden distintas y tantas cosas, todas al
mismo tiempo. Tenemos que tomar decisiones, correr para cumplir con nuestras
propias actividades y con las del resto de la familia, con la sensación de que
no llegamos a terminar con alguna cuestión que ya tenemos varias más para
continuar. Es decir, estamos en: MOVIMIENTO CONTINUO. Qué importante es
mantener el equilibrio entre los esposos para que las cosas que vivimos
continuamente y las que seguramente van a venir, las podamos afrontar juntos,
seguros y confiados.
Según la física, para que haya un buen
equilibrio, un cuerpo debe estar diseñado alrededor de su centro de gravedad.
La única manera de que entre los esposos exista un equilibrio, es si dejamos
que “el Señor del equilibrio” esté en el centro de nuestro matrimonio, es decir
podamos acudir a Él en todo momento, buscando fuerzas en los momentos
difíciles, dirección ante las decisiones que tenemos que tomar, sabiduría para
acompañarnos y entendernos. En definitiva, buscarle en nuestro movimiento
continuo.
Podríamos imaginarnos que
avanzamos en la vida como si estuviéramos andando en una bicicleta tándem,
donde los dos debemos hacer fuerza juntos en la subida, descansar en las
bajadas, mantener firme la dirección del manubrio, pero siempre, siempre,
estando en Cristo para que se dé el equilibrio y, a la vez, conscientes de que
el equilibrio se consigue ANDANDO.
Colosenses 1: 16-17 “Todo fue creado por medio de Él
y para Él.
Cristo existe antes que todas las cosas y por Él se
mantiene todo en orden”
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