lunes, 17 de junio de 2013

¿Cómo enseñar valores a los hijos?

   ¿Qué valores enseñar?
   El valor de la amistad, de la solidaridad, del estudio, de la responsabilidad financiera, de la administración del tiempo y el valor de la familia. Siéntese con sus hijos y deje que ellos hablen de sus valores, de aquello que aprecian mucho en la vida. Es importante realizar una revisión periódica para ayudarlos a elaborar valores sanos.
   Un escrito anónimo se titula: Carta de un niño a todos los padres del mundo. Contiene frases impactantes, como esta: «No me des todo lo que pido, a veces solo pido para ver hasta dónde llegar». Fomente en ellos el deseo, y, aún más, el deseo intenso. Si da con rapidez todo lo que le piden, perderán el gusto por la vida. Si aprenden a valorar las cosas, aprenderán a apreciar lo que poseen.
   La carta sigue así:
No me grites, te respeto menos cuando lo haces. Además, también me enseñas a gritar, y no quiero hacerlo.
No me des siempre órdenes. Si en vez de ordenar me pides las cosas, las haré más rápido y con más gusto.
Cumple las promesas que me haces, sean buenas o malas. No me compares con nadie, especialmente con mis hermanos. Si me haces lucir mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me haces lucir peor, seré yo quien sufra. No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debes hacer; decide y mantente firme en esa decisión. Déjame valerme por mí mismo. Si tú haces todo por mí, yo nunca podré aprender cómo se hacen las cosas. No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti. Aunque sea para sacarte de un aprieto, me hace sentir mal y perder la fe en lo que dices.
Cuando hago algo malo, no me exijas que te diga por qué lo hice; a veces ni yo mismo lo sé.
Trátame con la misma amabilidad y cortesía con que tratas a tus amigos. El que sea tu hijo no quiere decir que no podamos ser amigos, ni que goces del derecho de tratarme con brusquedad.
No me exijas que haga lo que tú haces. Siempre haré lo que tú haces aunque no me lo pidas; pero nunca haré lo que tú me pidas si tú no lo haces. Cuando te cuente un problema no me digas: «no tengo tiempo para tonterías o eso no tiene importancia». Trata de comprenderme y ayúdame.
Quiéreme y dímelo. Me gusta oírlo cuando me lo dices, aunque no creas necesario repetirlo.
Enséñame a amar a Dios y a conocerlo. No importa si en el colegio me enseñan. De nada vale si veo que tú ni conoces ni amas a Dios.
   Sembrar lo eterno
   Todo sería un simple esfuerzo humano si no sembramos a Dios en el corazón de los hijos. Él es el fundamento que nos mantiene firmes. Él nos ayuda en el momento de debilidad. Es el brazo fuerte que nos sostiene cuando se nos agotan las fuerzas. Dios es la estrella del norte que marca la dirección correcta.
   Sobre todas las cosas, debemos anhelar que Dios se revele en el corazón de nuestros hijos. Para que ellos lo conozcan es necesario que nosotros lo conozcamos primero. Dentro de cincuenta años no importará la clase de auto que conducía, la casa en la que vivía o la ropa que vestía. Es probable, sin embargo, que el mundo sea un poco mejor porque usted era importante en la vida de un niño o de una niña.
   Nuestros hijos anhelan padres que marquen sus vidas. Pido a Dios que nos ayude a sembrar en el corazón de nuestros hijos recuerdos que los guíen a elegir sus propios valores y, a la vez, a escoger el estilo de vida de sus padres para, eventualmente, convertirlo en el de ellos.

Este artículo resume parte del mensaje de Sixto Porras en la conferencia
«¿Cómo enseñarle valores a los hijos?» (http://www.enfoquealafamilia.com/).

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