domingo, 12 de mayo de 2013

Devocional del Grupo de Oración


   “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar.” Lucas  18:1

   La tentación más común en la vida de intercesión es la falta de perseverancia. Empezamos a orar por cualquier cosa; hacemos nuestras peticiones un día, una semana, un mes; y si no recibimos una respuesta definitiva, inmediatamente desmayamos y cesamos de orar por aquello. Esto es una falta mortal. Ello es simplemente la trampa de muchas cosas que empezamos y no terminamos. En todas las esferas de la vida, esto es desastroso. El hombre que adquiere el hábito de empezar las cosas y dejarlas sin terminar, forma el hábito del fracaso. El hombre que empieza a orar por una cosa y no persiste hasta obtener la respuesta que desea, ha formado el mismo hábito en la oración. Desmayar, es fracasar. Entonces la derrota engendra desaliento e incredulidad en la realidad de la oración, lo cual es fatal para obtener cualquier éxito.
   Algunos dicen: -“¿Durante cuánto tiempo tenemos que orar?”- “¿No venimos a un lugar donde podemos cesar de orar y dejar el asunto en las manos de DIOS?”
   Sólo hay una respuesta. Ora hasta que las cosas qué pides se te han concedido o hasta tener la seguridad en tu corazón de que se te  concederá. Cuando tenemos esta convicción es cuando podemos cesar de orar; porque la oración no consiste solamente en hablar con DIOS, sino que es también una lucha con Satanás. Y puesto que DIOS  usa nuestra intercesión como un factor poderoso en la victoria de esa lucha, EL sólo y no nosotros, debe decidir  cuándo podemos cesar  de hacer nuestras peticiones. Así que no debemos osar el dejar nuestra oración, hasta que recibamos la respuesta o tengamos la certeza de que vamos a recibirla.
   En el primer caso, cesamos de orar porque  podemos ver que es una realidad. En el segundo caso, no continuamos orando porque creemos y la Fe  de nuestro corazón nos da la misma seguridad de que lo que esperamos es tan cierto como si lo estuviésemos viendo.
A medida que progresamos en la vida de oración, llegamos a experimentar y reconocer más y más la seguridad que DIOS nos da y a conocer cuando debemos reposar tranquilamente en la misma, o continuar haciendo nuestra petición hasta recibirla.

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