sábado, 27 de abril de 2013

Devocional


VIVA Y EFICAZ

   La Palabra conecta el Espíritu de Dios con el espíritu del hombre para producir un intercambio de vida
   “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)
   El autor de Hebreos ha escogido comparar la Palabra de Dios con una espada de dos filos, el arma más letal que poseía un soldado en el ejército romano. Una estocada con el gladius era suficiente para atravesar el cuerpo del enemigo y producir una muerte segura.

   Si permanecemos con la imagen de la espada de dos filos, uno de los elementos que la torna efectiva es la destreza del soldado. La espada enfundada no constituye peligro alguno para nadie. Colgada de una pared, como decoración, tampoco puede definirse como un arma letal, pues no es más que un inofensivo ornamento.

   Para que la espada cumpla con su función es necesario empuñarla e intentar herir a alguien. La observación, que avergüenza por su obviedad, ayuda a entender por qué el autor escoge aclarar que la Palabra es viva y eficaz. Es decir, la Palabra no está quieta. Pronunciada por un Dios que vive por la eternidad, posee un movimiento que la convierte en una herramienta que derriba argumentos y pone al desnudo las torcidas maquinaciones que son parte de nuestro corazón. La tentación es a convertir la Palabra eterna en una lista de reglas para el diario vivir.
   Es importante tomar nota de esta característica, porque la tentación es considerar a la Palabra como una lista de reglas, tales como las recomendaciones que se cuelgan en la habitación de un hotel para asegurar el buen comportamiento de los huéspedes. Podemos llegar a leerlas, por respeto, pero no poseen la clase de información que producirá en nosotros una profunda transformación. La Palabra de Dios, en cambio, posee vida propia y cuando cae en el terreno fértil de un corazón dispuesto a escuchar, comienza a germinar.

   Esta característica de la Palabra es indispensable para el proceso de ser libres del endurecimiento de corazón que tanto preocupa al autor de la epístola. Ese endurecimiento, nos ha señalado, es fruto del engaño del corazón.

   Algo que, por su naturaleza es engañoso, es difícil de detectar. Confunde precisamente porque es una muy buena imitación del artículo genuino. Y nuestros corazones son especialmente adeptos a presentarnos argumentos y manifestaciones que fácilmente confundimos con la Palabra de Dios. Somos tan fácilmente confundidos como lo fue Samuel con Elí. Su falta de experiencia lo llevó a creer que había sido llamado por el anciano sacerdote, cuando en realidad la voz que escuchó era de Dios.

   Necesitamos ayuda para superar ese manto de engaño que cubre muchos de los procesos de razonamiento que empleamos para justificar nuestra desobediencia. Para esto Dios nos ha hablado una palabra viva y eficaz que «deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos» (NTV).

   Al acercarnos a la Palabra, entonces, debemos hacerlo con el respeto de quienes se acercan a otra persona. No nos aceramos a una guía de teléfonos o a un diccionario. Nos acercamos a la voz del Dios vivo y eterno. Su Palabra es filosa. Sacará a la luz lo que no queremos o podemos ver. Es bueno, en su presencia, «quitarse las sandalias», pues estamos en presencia del Eterno.

Escrito por Christopher Shaw, publicado en www.desarrollocristiano.com

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