lunes, 4 de marzo de 2013

Devocional personal


“El SEÑOR es mi pastor, nada me faltará…” Salmo 23:1
   Puedo dar testimonio que en toda mi vida el Señor me ha acompañado y tengo la seguridad de que seguirá haciéndolo hasta que decida llamarme a su presencia. Qué confianza, qué tranquilidad, qué paz que nos da saber que el Señor camina a nuestro lado, que si le entregamos nuestra vida y nos tomamos de su mano, nunca nos dejará.

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; su vara y su cayado me infundirán aliento.” Salmo23:4

   El camino recorrido en mis 58 años no ha sido fácil, fueron muchas las dificultades  a enfrentar, innumerables obstáculos que superar en los cuáles rogué y clamé de rodillas al Señor. El mostró su poder por sobre todas las cosas y, cuando miro hacia atrás, me admiro de cómo Dios me ayudó para poder seguir adelante.
   Debemos ser muy agradecidos con El, desde que abrimos nuestros ojos cada mañana, la noche en que nos permitió descansar y poner en sus manos el día de vida que nos regalará, que vaya allanando el camino y abriendo sendas que nos preparará para transitar.
   En cualquier lugar donde nos encontremos, ¡démosle Gracias! ¡Gracias Señor! Por todas las bendiciones que en cada instante nos das.
   Recordemos que como dice en su palabra: "Justificados pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por  medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien tenemos entrada por la fe a esta gracia por la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia prueba, y la prueba, esperanza, y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios  ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado." (Romanos: 1-5)
   Aferrémonos a sus promesas, Él es nuestro dulce refugio, nuestra roca firme, y comentémosle al mundo el privilegio que tenemos de tener en nuestra vida un Dios tan bueno, tan misericordioso, tan fiel, tan poderoso, que renueva nuestras fuerzas todos los días. Como leía en el Aposento Alto el 24 de febrero: ofrezcámosle vistazos del cielo en la tierra a las personas que nos rodean. Cuando realizamos el mandamiento de Cristo de amar a nuestro prójimo (Juan 15. 12) podemos traer un pedacito del cielo a otros que viven en un infierno en la tierra. Al llenar las necesidades de otras personas y tratarlas con amor y bondad, ayudamos a  transformar nuestro mundo en el Reino de Dios en la tierra.
   ¿Querés entregarle al Señor tu corazón, tu vida, dejar que Él sea el Señor de tu vida? Te invito a hacerlo, tendrás una vida nueva, pensalo , aún estás a tiempo, ¡acéptalo!
G. Adriana G. de Medín

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