martes, 15 de enero de 2013

Devocional


Obreros dignos

   Cuando avanzamos hacia el cumplimiento de nuestro llamado, debemos hacerlo con actitud de niños

   “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.” (Mateo 9:35)

   Cuando nosotros salimos de viaje lo normal es aprovisionarnos de cuanto creamos necesario para el tiempo que estaremos lejos de casa. Son pocas las personas que consiguen viajar con un mínimo de equipaje. Nuestras pertenencias nos dan cierto grado de seguridad en medio de situaciones donde nos encontraremos aislados de nuestro entorno normal.

   Cristo conocía esta tendencia en el ser humano y, en las instrucciones a sus discípulos, hizo referencia específica a este tema: «No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón, porque el obrero es digno de su alimento». El Padre cuidará de las necesidades de aquellos que están realizando las obras que él preparó de antemano. Sus palabras revelan dos razones importantes por las cuales el obrero no debe llevar gran cantidad de provisiones para el camino. En primer lugar, siempre es bueno viajar liviano. Hubiera resultado muy difícil atender las necesidades de las personas y ministrar en una diversidad de situaciones si la mayor preocupación del grupo estaba en cuidar y transportar las pertenencias personales. Quien ha viajado con muchas maletas sabe lo restringido que llega a ser el movimiento mientras se necesite arrastrar los bultos de un lado al otro. Del mismo modo, los discípulos debían viajar livianos, simplemente por una cuestión práctica de movilidad.

   A la vez, Cristo señaló un principio fundamental para los que asumen el desafío de servir al Señor: «el obrero es digno de su alimento». Es decir, el Padre cuidará de las necesidades de aquellos que están realizando las obras que él preparó de antemano. Seguramente los discípulos tenían amplias evidencias de este principio en la vida de Cristo mismo. No sabemos de qué manera recibían ofrendas y provisiones. Lo que sí queda claro en el relato de los evangelios es que no les faltaba lo que necesitaban para vivir, teniendo aun una reserva monetaria que estaba a cargo de Judas (Jn 12.6). El principio fundamental a tener en cuenta en estas instrucciones es que Jesús deseaba cultivar en ellos un espíritu de confianza y dependencia absoluta en el Padre. Lograr esto en lo que al mundo material se refería tenía repercusiones para la vida espiritual, pues la dependencia en el Señor debe afectar todo lo que realizamos en el ministerio.

   Cabe señalar que Cristo no estaba dando licencia a sus discípulos para que obligaran al pueblo a sustentarlos. Esta salvedad es importante, porque en ciertos grupos evangélicos este texto es usado para fustigar en forma permanente a la congregación, manipulando a las personas para que den en forma generosa. Esta manera de obrar delata, de quienes la practican, que la confianza está puesta en sus propias habilidades de manipular al pueblo. Mas el camino que le indicaba Jesús a los discípulos requería de una mínima intervención humana. Ellos debían avanzar con la misma confianza que tienen los niños en la provisión y el cuidado amoroso por parte de sus padres. Los niños no cuestionan ni hacen sugerencias al respecto. Toman por sentado que sus padres se encargarán de todo lo que se refiere a sus propias necesidades.
(Extraído de www.desarrollocristiano.com)

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