domingo, 6 de enero de 2013

Devocional del Grupo de Intercesión


   “Pedro era guardado en la cárcel; y la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él” Hechos 12:5

   Pedro estaba en la prisión esperando su ejecución. La iglesia no poseía ni influencia ni poder humano para salvarle. No había ayuda terrenal, pero había ayuda que podía obtenerse del cielo, y para obtenerla, los miembros de la iglesia se pusieron a orar con mucho fervor. Dios envió a Su ángel, quien despertó a Pedro de su sueño y lo condujo hasta la puerta de hierro, la cual se abrió por sí misma y Pedro fue libertado. Quizás haya alguna puerta de hierro en tu vida que te ha cerrado el camino y lo mismo que el pájaro enjaulado, te has golpeado contra los barrotes, pero en vez de ayudarte, te has caído lastimado y cansado por completo. Hay un secreto que tienes que aprender, y éste es el de la oración que cree, y una vez que lo descubras y llegues a la puerta de hierro, ésta se te abrirá por sí misma. Cuánto desperdicio de energía y disgustos desagradables te evitarías si aprendieses a orar de la forma que lo hizo la iglesia en el alto aposento. Si tú aprendes a orar, no con tu propia fe, sino con la fe de Dios, entonces las dificultades insuperables desaparecerán y las circunstancias adversas te serán favorables.

   Almas aprisionadas han esperado que se les abra la puerta durante muchos años; los seres queridos que están apartados de Cristo y atados por Satanás serán libertados cuando oren y crean definitivamente en Dios.

   Las necesidades urgentes requieren una oración muy intensa. Cuando el hombre se convierte a la oración, entonces no hay nada que pueda resistir su contacto. Una oración que abarcó todo un ser fue la de Elías cuando estaba inclinado sobre la tierra en el Carmelo, con el rostro entre sus rodillas. No se menciona ninguna palabra. A veces no es posible expresar la oración con palabras cuando los sentimientos son demasiado profundos. Todo su ser estaba en contacto con Dios y dirigido contra todas las fuerzas de todo mal, las cuales no podían resistir tal forma de oración. Hay una grandísima necesidad de esta clase de oración.

   Frecuentemente, los gemidos que no pueden expresarse, son oraciones que no se pueden rehusar. “…Y la iglesia hacía sin cesar oración a Dios…”

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