domingo, 10 de junio de 2012

Devocional de la Escuela Dominical


“El que recibe en mi nombre a uno de estos niños, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, no me recibe a mí sino al que me envió” Marcos 9:37

   Como mamá, muchas veces me preocupo por cómo será mejor enseñarles a mis hijos y cómo voy a contestar algunas preguntas que puedan hacerme. Muchas veces me pregunto si hago bien algunas cosas o si me equivoco en otras. Creo que son preguntas que nos hacemos todos los padres pero, como cristiana, siempre encuentro la respuesta y paz en Cristo.
   Como toda mamá o todo papá, una de mis peticiones y agradecimientos constantes personales es por la vida de mis hijos. Muchas veces puedo apurarme a decidir y puedo equivocarme en algunas decisiones que tengo que tomar, por eso cada mañana y durante el día siento la necesidad de orar y poner cada situación en manos del Señor, para que me guíe, me llene de amor y paciencia, para que mis hijos aprendan y conozcan a Jesús a través de los ejemplos que puedo darle cada día, con cada cosa que hacemos y compartimos. Aunque a veces siento que mis fuerzas se agotan, confío y he comprobado que hasta en los peores momentos el Señor me levanta y me da fuerzas para seguir adelante, a pesar de las dificultades del día a día, a pesar de los problemas familiares, el cansancio físico o el trabajo. En este sentido, también es importante el apoyo de la Iglesia y, en especial, la Escuela Dominical nos brinda como padres, ya que los niñitos allí pueden aprender sobre Jesús, conocer a otros adultos cristianos y compartir con otros niños, sin importar su edad. Por esto mismo, la constancia de traerlos a la Iglesia es una responsabilidad que me pongo como objetivo semanal, para ayudarlos a su crecimiento espiritual.
   Los adultos debemos recordar que nuestros hijos/alumnos son hijos de Dios, quien nos bendice con el precioso regalo de ser padres o maestros, y pone en nuestras manos la inmensa responsabilidad de criarlos y educarlos. Los niños son vida nueva, son hijos de Dios a quienes debemos cuidar y enseñar con el ejemplo de Jesús.

   Que todos los días del año, todos los niños reciban el amor de Jesús a través de los adultos que los rodean.

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