Estamos recordando
el día de la resurrección. El día que cambió la historia, el día que marcó un
antes y un después. El día en que Jesús fue resucitado por el poder del
Espíritu Santo para que tengamos vida nueva, vida en abundancia.
Jesús fue
resucitado, de la muerte pasó a vida. En la Biblia , cuando relata que El había resucitado,
cuenta que fueron algunas mujeres al sepulcro y hallaron removida la piedra y,
cuando entraron, no vieron el cuerpo de Jesús pero sí estaban dos varones con
vestiduras resplandecientes que les dijeron unas palabras que marcaron la
historia: ¿POR QUÉ BUSCAIS ENTRE LOS MUERTOS AL QUE VIVE? Jesús no estaba más
muerto, ya no estaba más en el sepulcro sino que ESTABA VIVO!
Hoy siento que Dios
nos está queriendo recordar algo muy importante con estas Pascuas. Jesús antes
de morir, resucitar y ascender al cielo para estar sentado en el trono junto a
Dios padre dijo: “A donde yo voy,
vosotros no podéis ir.” Juan 13:33 y más tarde dijo, “Mas el Consolador, El Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he
dicho.” Juan 14:26
El Espíritu Santo,
el poder de la resurrección, que dio vida a la muerte es El que Dios envío para
que estuviera con nosotros y nos enseñara todas las cosas! EL MISMO PODER QUE A
LA MUERTE VIDA
DIO, HOY MORA EN MI, es increíble y maravilloso darse cuenta que lo tenemos
dentro nuestro, que somos templo del Espíritu Santo. El es el Espíritu de Dios
el Padre y el Espíritu de Dios el Hijo.
El es el poder, es
deidad, es trinidad, es Dios mismo.
Dios envío al
Espíritu Santo para que estuviera en nosotros y con nosotros, tenemos en
nuestro interior al poder de la resurrección. Con El podemos hacer grandes
cosas y El quiere manifestarse a través nuestro. Hoy te quiero invitar para que
puedas tener comunión con el Espíritu Santo y puedas comprender que Dios está
en vos para hacer grandes cosas con tu vida
Ora conmigo: ¡Gracias por la resurrección de Jesús, gracias por
perdonarme de mis pecados y darme vida nueva! ¡Quiero aprender a vivir contigo
y a conocerte cada día más! Gracias por tu Santo Espíritu que hoy mora en mí, estoy dispuesto a
conocerte en comunión y a aprender a escuchar tu voz. Bendito eres y serás por
siempre, en tu santo nombre, Amén.
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