Las condiciones que se
describen en estos tres primeros versículos contienen tanta precisión de
situaciones que se pueden producir en forma secuencial, en nuestras vidas, en
nuestros hogares y en nuestras iglesias.
· Cuando escasea la palabra de Dios, por no leerla, o
leerla sin interés. Por no compartirla, por no buscar con ansias que Dios nos
hable a través de ella. Puede haber muchas Biblias en nuestro hogar, en
nuestros bancos, distintas versiones, distintos tamaños y aún así escasear.
Cuando algo escasea, se nota, se siente su ausencia, a veces se extraña o nos
acostumbramos, pero siempre trae consecuencias…
· Se pierde la visión, se continúa caminando, o no, también
puede paralizarnos, pero sin rumbo, sin meta, sin propósito. Qué triste o
ridículo es ver caminar a alguien en círculos, sabiendo que no va a llegar a
ningún otro lado. Y qué desesperante es caminar sin ver, cuánta inseguridad,
cuánto miedo, a tientas y seguramente, muuuy despacio, a riesgo de caerse,
lastimarse. También con la posibilidad de chocar con otros, golpearlos,
molestarlos, retrasarlos o, en el peor de los casos, haciéndolos caer.
· Se está acostado. Se está quieto, sin acción. Si bien
Dios nos quiere dar descanso en su regazo, en este pasaje creemos que no es
casual que se remarque esta posición. Nos habla de una inacción, un
acostumbrarse a no hacer nada, puesto que no habiendo visión, no se sabe QUÉ
hacer. O se está cansado de hacer y no avanzar, de seguir dando vueltas en el
mismo sitio. ¿Cuántas veces frente a determinadas situaciones sentimos y vemos
que pasan los años y estamos en el mismo lugar, acostados, sin levantarnos y
tomar la decisión correcta,
justamente por no tener la visión que nos indique cual camino seguir?
· Los ojos comienzan a oscurecerse, hasta no poder ver. No se puede ver,
como señalábamos antes, y lo poco que se ve, nuestros ojos lo ven oscuro, como
dice un conocido refrán, “se ve todo negro”, una visión pesimista. Y la
expresión "comienzan a oscurecerse", nos señala un proceso sutil,
mucho más peligrosos que los drásticos, porque paulatinamente se va perdiendo
luz y casi sin darnos cuenta nos quedamos a oscuras, sin poder ver.
· Durmiendo en el templo. Podemos hasta estar
“durmiendo”, aun en el templo, aun junto a la presencia del Señor, simbolizada
en el arca del pacto.
Pero en esta historia también vemos cómo Dios, en su amor infinito,
irrumpe, llama, nos busca:
"Y … antes que la lámpara de Dios fuese apagada,
JEHOVÁ LLAMÓ a Samuel y Él respondió
“Heme aquí”. 1º Samuel 3:3-4
"Y hubo palabra de
Dios y profecía y juicio y justicia, y Samuel “abrió las puertas de la casa de
Jehová”. 1º Samuel 3: 15
"Y hubo crecimiento
y presencia de Dios, y ni escaseo, ni cayó a tierra la palabra de Dios." 1º Samuel 3:19
Hoy, a
cada vida, a cada hogar, a nuestra iglesia, Dios llama, la respuesta es nuestra
decisión: podemos seguir durmiendo…, o responder: “Heme aquí”. Y habrá palabra, Biblias abiertas y leídas y
marcadas con color y compartidas, no cerradas, ni en el estante de un mueble, y
cumplimiento de sus promesas en
nosotros, de vida plena, de gracia, de gozo, de paz, de prosperidad, de
salud, como también habrá juicio y justicia. Podremos levantarnos
llenos de la presencia de Dios,
alumbrados por su luz, caminando con
una visión clara y seremos
privilegiados de encargarnos de abrir
las puertas de la casa de Dios, abrir nuestras vidas, nuestros hogares,
nuestra iglesia.
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