martes, 30 de julio de 2013

Cuidando a los nuestros

   El buen amigo sabe que el amor demanda que también velemos por el bienestar del otro.

   “Saúl les comunicó a su hijo Jonatán y a todos sus funcionarios su decisión de matar a David. Pero como Jonatán le tenía tanto afecto a David, le advirtió: «Mi padre Saúl está buscando una oportunidad para matarte. Así que ten mucho cuidado mañana; escóndete en algún sitio seguro, y quédate allí.” (1 Samuel 19: 1-2)

   No sabemos en qué extraño proceso entró el rey Saúl para que diera órdenes de que se matara a su oficial más popular, el hombre que había salvado el honor de Israel al derrotar a Goliat. Lo que sí conocemos es la terrible desfiguración que produce el pecado en nosotros los humanos, sembrando en su corazón los celos, la envidia y el odio, aun agrediendo a las personas que más amamos. El hecho es que la orden del rey de Israel no era el simple delirio de un demente; Saúl era un hombre implacable, dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias para deshacerse de David. Los días del joven pastor de Belén, mientras permanecía al alcance del rey, estaban numerados.

   Debemos recordar es que lo que resulta claro para nosotros rara vez lo es para la persona involucrada. No debemos ignorar, tampoco, que toda persona que acudía en ayuda de David correría con la misma suerte que él, aun cuando este fuera el propio hijo del rey. En el capítulo 20 del libro de Samuel, se relata el escalofriante incidente cuando Saúl intentó clavar con una lanza a Jonathan, quien había querido defender a su amigo. De manera que Jonathan era consciente del verdadero peligro que corría al advertir a David que su padre procuraba darle muerte. No obstante, no dudó en buscarlo y compartir con él la situación.

   Esta característica es una de las marcas que distingue al verdadero amigo. Hemos sido llamados no solamente a disfrutar de la compañía y el cariño de la otra persona, sino también de velar por su bienestar. Cuando vemos que corre peligro, por el motivo que fuera, tenemos la responsabilidad, la obligación, diría, de acercarnos para hablar con el ser querido.

   Este paso es difícil por dos razones. En primer lugar, muchas veces vemos la situación de peligro pero creemos que la persona se dará cuenta por sí sola. Este peligro puede ser el desarrollo de una relación peligrosa con otra persona, el estar invirtiendo demasiado tiempo en alguna actividad o mirar páginas obscenas en Internet. Realmente no importa cuál es la dificultad; el hecho es que la situación puede poner en peligro su propia vida espiritual y su relación con aquellos que más quiere. Lo que debemos recordar es que lo que resulta claro para nosotros rara vez lo es para la persona involucrada. Por esta razón Dios le ha dado hermanos y hermanas que estén dispuestos a hablar en el momento oportuno.

   La segunda razón por la que podemos dudar a la hora de hablar es el temor a las consecuencias. Quizás temamos la respuesta del otro. Quizás temamos perder la amistad. Quizás creamos que otros nos van a juzgar por entrometidos, o que nuestras percepciones son exageradas. El hecho es que ese temor nos lleva, muchas veces, a callar cuando es tiempo de hablar. El buen amigo, no obstante, sabe que el amor demanda que también velemos por el bienestar del otro. Cuando lo veamos peligrar, debemos actuar. El futuro de otro puede depender de nuestra acción.

   Para pensar:
Amigo es aquel que aparece cuando los demás desaparecen. Anónimo

(Autor: Christopher Shaw, publicado en www.desarrollocristiano.com)

lunes, 29 de julio de 2013

martes, 16 de julio de 2013

Atravesando las pruebas

Predica del domingo 14-julio-2013, en nuestra iglesia, por el hermano Cristián De Paris

Luz para el camino

   Había una vez, hace cientos de años en una ciudad de Oriente, un hombre que  caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida.
   La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
   En determinado momento, se encontró con un amigo. El amigo lo reconoció y le preguntó: ¿Bruno qué haces con una lámpara en la mano, si tu eres ciego?
   El ciego le respondió: Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco las calles de memoria. Llevo la luz encendida para que otros encuentren su camino cuando me vean... No solo es importante la luz que me guía a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

   Podemos alumbrar nuestro propio camino y también ayudar con nuestra luz a que otros encuentren el suyo. Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil. Muchas veces en lugar de ser luz y alumbrar a los demás, les aportamos nuestras propias sombras y les oscurecemos y dificultamos mucho más el camino.

   ¡Que podamos reflejar el amor de nuestro Dios y ser luz en cada lugar donde nos toca estar!

(Adaptado de www.reflexionesparaelalma.com)

martes, 9 de julio de 2013

Cansado de esperar

Predica del domingo, 7-julio-2013, en nuestra iglesia, por el Pastor Fabián E. Rey

Espíritu enseñable

   Debemos estar siempre preparados para aquietar nuestro espíritu y buscar las directrices de Dios.
El SEÑOR dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el *camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti. No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti.» (Salmos 32:8-9)

   El Salmo 32 es uno de los tres salmos que nos ofrecen una perspectiva más completa del efecto del pecado sobre la vida del ser humano (ver también Salmos 36 y 51). En este texto en particular el salmista celebra el alivio que acompaña al momento de confesión, y anima a que «todo santo ore a ti en el tiempo en que puedas ser hallado» (v. 6).

   La problemática del pecado requiere que seamos un pueblo que practica a diario la disciplina de la confesión. Es la única forma en que podremos andar en santidad, pues día a día ofendemos a Dios de muchas y diferentes maneras. No obstante, el salmista incluye en el texto una palabra recibida del Señor: el pasaje en el cual reflexionamos este día. En ella el Señor revela lo que podríamos llamar un camino preventivo para evitar caer en pecado con tanta frecuencia. En cada situación donde exista la posibilidad de caer, el Señor proveerá la directiva necesaria para salir adelante. ¿Cuál es la solución que propone nuestro Padre?
   Que seamos un pueblo dispuesto a aprender «el camino por el que debemos andar». El pecado resulta, muchas veces, de nuestra ignorancia de los designios de nuestro Dios. Mas el Señor desea guiarnos para que conozcamos el camino que es agradable delante de sus ojos. Como un padre que está enseñando a su hijo a caminar, el Señor se compromete a «fijar sus ojos sobre nosotros». Es decir, estará vigilando de cerca nuestro andar. En cada situación donde exista la posibilidad de caer, el Señor proveerá la directiva necesaria para salir adelante. En cierto sentido, este cuadro nos presenta el mismo cuidado tierno que Cristo profetizó en Juan 14 y 16 con respecto al ministerio del Consolador.
   El Señor, no obstante, conoce el corazón terco y obstinado del ser humano. Tampoco ignora que muchos de nuestros pecados no son el resultado de la ignorancia, sino de la rebeldía. Al igual que en tantas otras enseñanzas en su Palabra, el Señor se vale de una clara ilustración para ayudarnos a entender la postura que debemos evitar: «No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti.»

   La terquedad del mulo y la naturaleza arisca del caballo señalan claramente la dificultad que el hombre enfrenta en su deseo de caminar con Dios: somos un pueblo que preferimos andar en nuestros propios caminos que en los caminos del Señor, que creemos más en nuestra propia sabiduría que en la de Dios. No obstante, él nos anima a que resistamos la tendencia a un comportamiento rebelde, no sea que también se haga necesario que nos controlen con «cabestro y freno».

   Como esta postura obstinada es natural en nosotros, deberemos estar atentos a su manifestación. Cada vez que se revele tendremos que optar por aquietar nuestro espíritu para buscar las directivas de nuestro buen Dios. Solamente de esta forma podremos ser enseñados por él.
   Para pensar:
“El camino del necio es recto a sus propios ojos, mas el que escucha consejos es sabio.” Proverbios 12.15
                                                           (Escrito por Christopher Shaw, publicado en www.desarrollocristiano.com)